Una crisis más se suma a la lista.
Minutos interminables de llanto, de un llanto que proviene desde lo más profundo del alma y que viene dispuesto salir por completo, porque tenía tiempo queriendo salir.
Bueno, es hora de darle libertad.
La vida. Tan simple que en realidad es y tan complicada que nos gusta hacerla. ¿Pero qué necesidad? Dime, en serio, ¿qué necesidad? Lo que pasó ya no es, lo que será todavía no es, ¿por qué preocuparse?
¿Por qué, por qué?
Como bien dice mi madre “En esta vida todo tiene solución, menos la muerte. Y si de todos modos nos vamos a morir ¿de qué nos preocupamos?”.
¡Cuánta razón tiene! ¡Cuánta razón! Sin embargo, saber que está en lo correcto, no me evita la preocupación. ¿Qué afán tengo con preocuparme?
Solía vivir feliz, sin darle demasiada importancia al futuro, a los planes. “Se va a ir dando”, decía.
Pero un buen día, empezaron a cuestionarme “¿qué quieres hacer? ¿cuál es tu plan? ¿no sabes qué vas a hacer? ¿qué vas a ser de grande?”
Cómo que qué voy a ser, ¡pues voy a ser yo! Era muy feliz sin hacer planes, pero poco a poco me fui envolviendo en el juego de la “planificación”. Sí, es bueno preguntarse qué quiere uno y darse ideas de cómo lograrlo, pero en esta vida no todo sale según lo planeado y al no ser así, sólo se ocasiona estrés.
Si esto ya lo sabía, ¿cómo lo olvidé? ¿Cómo me permití entrar en ese sistema? ¡Si yo era tan feliz!
Pero me envolví y al no encontrar todas las respuestas, la ansiedad llegó. El futuro ocupaba mi mente. Si bien hay preguntas que son fundamentales como el quién soy y qué quiero, hay muchas que salen sobrando que sólo nublan el presente: ¿Qué voy a hacer? ¿Y si no funciona? ¿Y si sí? Y si esto y si lo otro… Una lista interminable de preguntas que no hacen más que abrumar lo que podría ser un hermoso presente. No hay que sentarse a esperar a que todo suceda solo, hay que trabajar por ello, estoy de acuerdo, pero la presión por encontrarle sentido a todo, la presión para que “todo salga bien”, no sirven. Esto es a prueba y error. No hay de otra.
Ya, deja de preguntarle a la gente qué va a ser, qué va a hacer, qué será de su futuro y preocúpate por tu presente; suficientes broncas tiene uno tratando de encontrarse a uno mismo, como para que vengan a abrumarnos con preguntas que todavía no tienen respuesta o que no tienen lugar todavía.
¿Quién eres tú? ¿Qué quieres tú?
¿Quién eres tú? ¿Qué quieres tú?
Un día me voy a reír de lo que me preocupa en este momento. Estos problemas que me parecen tan serios, abrumadores y preocupantes, parecerán ridículos cuando en verdad comience con eso tan temido de “la vida adulta”. Oh, no ¿qué me espera? Jaja. ¡Ah! Más preguntas…
La vida es tan corta y se va tan rápido, ¿por qué pierdo el tiempo pensando en lo que todavía no es?
La vida es tan corta y se va tan rápido, ¿por qué pierdo el tiempo pensando en lo que todavía no es?
Carpe diem. Seize the moment. Vive el momento.
Tan fácil que es decirlo, tan difícil que puede ser llevarlo a cabo.
Comienza el reto. Es hora de estar presente, de existir y coexistir. De hacer algo con esto llamado vida y de una vez por todas, dejar de preocuparme por ese futuro que ni siquiera sé si va a llegar.
Nadie me aseguraba que iba a llegar a terminar este texto y el momento en el que lo empecé ya forma parte del pasado, así, sin más. Si llego a mañana que bueno, si no, qué se le hace.
Presente, te doy la bienvenida, perdón por ignorarte tantas veces.
Ay, vida, ¿por qué me complico tanto?
Leave a comment