Se cumplen dos años de haber regresado de mi intercambio en Taiwán. 
Dos. Años. 
¡¿Qué?!
Dos años que me atrevo a decir que han sido los dos más difíciles/retadores de mi corta vida. O ya, para ser honestos: creo que los peores.


Primero, porque el “shock cultural reverso” no fue nada fácil para mí; lo sufrí y bastante. 
La manera fácil de describir cómo siente es esta: imagina que llegas a un lugar que puede que te adaptes fácilmente o que te sea ligeramente difícil, después, ya que logras adaptarte y hacer toda una nueva vida, nuevos amigos, lugares…de  repente ¡adiós! 
Adiós a todo eso y aunque puedes regresar, esa “vida creada” ya no va a volver; regresar no será lo mismo pues no son las mismas condiciones.
Sin embargo, está el lado amable: regresas y ves a todos tus familiares, amigos, los lugares que extrañabas… Pero ya que viste todo y te das cuenta de que todo sigue igual aunque tú regresas completamente distinto, te da el ataque, jaja. También eso de ver que todo siguió su curso sin ti, pues, es extraño. Tus amigos entran o están por entrar a la universidad y eso lleva a que sea más difícil verse, además ellos tienen nuevos amigos y tú tienes que empezar de “cero” (en la escuela). Te das cuenta de que no pasa nada si te vas… Puede sonar muy egocéntrico, pero aunque ya lo sabes, te das cuenta de que “no haces falta”, (y no, la idea no es sonar deprimida) y tienes que aceptar que no pasa nada, porque también tú seguiste haciendo vida sin ellos y hay que volver a readaptarse con todos y ellos contigo. Todos intentan que sigas siendo quien eras cuando te fuiste, pero no puedes evitarlo, has cambiado y para ti ellos también son distintos. Hay con quienes de conectas de inmediato, hay con quienes te cuesta más. 
También, eso de volver a tu casa después de un año de “libertad” (claro, dependiendo del tipo de familia que hayas tenido, porque si eran muy estrictos, puede que la libertad la tengas al regresar); para mí, era maravilloso salir a donde quisiera con la única condición de estar en casa a las 10pm. El MRT (el metro) fue mi salvación. En una tarde podía ir a mil lugares, cosa que en Tijuana no es fácil si no tienes carro o no manejas (le tengo pánico a manejar, no me pregunten por qué) y sí, tenemos los maravillosos camiones y taxis de ruta, pero aceptémoslo, no son los más eficientes…

En fin, ese año de preparatoria al regresar, fue difícil.
No estaban mis amigos, tenía que hacer nuevos y además, tenía el shock del regreso… Afortunadamente encontré buenas amigas y entre ellas, ¡otra intercambista! 
Aún así, extrañé todos los días a mi generación anterior. 
A pesar de ese año de inestabilidad, en el cual todavía no me readaptaba a Tijuana, me atreví a salir otra vez a mi año de voluntariado. Tuvo sus retos, pero me ayudó a valorar mi vida en Tijuana (después de un año de sólo querer regresar a Taiwán). 
Debo admitir que no tuve la austeridad que esperaba en mi primer semestre del voluntariado, pero aún así, tuve la oportunidad de conocer muchos lugares y mucha gente que sin duda ayudaron en este proceso de construcción de mi persona.
La segunda parte… Bueno, digamos que tuve la austeridad y retos que buscaba. Fue muy difícil, pero me hizo empezar a conocer una Sara que no había dejado ser y qué aterrador puede ser conocer esas facetas que uno se negaba a aceptar. Sí, la segunda parte me ayudó a reflexionar mucho acerca de quién soy y cómo he cambiado; a detectar esos cambios, aceptarlos y darles dirección. Qué difícil es esto del trabajo intrapersonal…

Qué impresionante lo rápido que se pasaron dos años y al mismo lo eternos que pueden parecer.
Después de cientos de crisis existenciales, de dudas y de llantos, es hora de cerrar ciclos y comenzar de nuevo. Han sido dos años de un auto descubrimiento que aún no termina y que quién sabe si tendrá fin, pero eso está por verse. Ahora, es tiempo de dejar atrás esas nubes grises del pasado. Hay que crear nuevas memorias.
No sé qué es lo que me espera, pero si sigo esperando por algo, lo único que va a pasar es el tiempo.

Ah y después de pasar por más de 10 carreras, me he decidido: Comunicación.
Aunque no espero con ansias los proyectos, las tareas y el estrés que puede conllevar eso, sí espero ansiosamente el poder socializar de nuevo (eso de trabajar desde casa puede tener sus contras) y ver a mis amigos o en su defecto, verlos más seguido y hacer nuevos.
¡Comienzo en agosto! 
En fin, a ver qué tal va todo. 
Los terribles dos han pasado.
¿O no?  





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