Italia: una historia de amor y odio.

Coliseo Romano

Justo hace un año estaba cumpliendo una misión muy importante: atiborrarme de pasta, pizza y cappuccinos (y uno que otro gelato).

Sin duda, visistar Italia fue un sueño, sólo que el principio y el final fueron más como una pesadilla, jajaja. Pero ya llegaremos a eso…

Para poner en contexto, yo estaba en Finlandia porque había ido a visitar a mis papás y explorar las oportunidades de trabajo y escuela; después de unas semanas me desesperé un poco y empecé a buscar vuelos.

Originalmente la ruta era la siguiente: Helsinki – Copenhage – Hamburgo (Thank you Philipp!) – Berlín (Thank you Aurélie!) – Munich – Roma – Perugia (¡Gracias Melissa!) – Copenhage – Helsinki, pero el final acabó siendo algo distinta.


Aurelio, Felipe, in case you’re reading this: I HAD A GREAT TIME! Thank you for everything and I promise I’ll send the pictures this week, hehe.

Hasta Alemania, todo iba excelente. Me dio un gusto enorme poder ver amigos de mi intercambio que tenía 7 años sin ver. Comimos, reímos, tomamos y todo fue maravilloso.

La tragedia inició cuando llegó la hora de dirigirme a Italia.

La idea era tomar un solo tren desde Munich hasta Roma, pero aquí es donde se comienza a poner bueno. Resulta, que algo pasó con un tren, cerraron vías y tuvimos que parar en Bologna (al norte de Italia) y prácticamente nos dejaron a nuestra suerte. Afortunadamente, aquí aparece mi ángel número uno: un señor italiano con el que compartí cabina. Él me tradujo todo, me explicó y obviamente me le pegué para poder llegar a mi destino. Se suponía que llegando iba a haber alguien de la compañía orientándonos, pero ¡oh sorpresa! No había nadie. A lo que este señor me dice “Welcome to Italy!” Si supiera que me sentí justo como en casa, jajaja.

Emprendimos la búsqueda del mostrador de ayuda y ahí nos ven corriendo de un lado al otro hasta que por fin nos dieron un boleto a Roma. ¡Por fin!
Todo iba de maravilla, hasta que el tren en el que íbamos se descompuso… Yo sentía que estaba en una pesadilla, jajaja. Nos cambiamos de tren y ahora sí, ¡ámonos a Roma!

Ir a Roma fue hermoso y el mejor regalo que me pude haber dado para celebrar mi cuarto de siglo. Comí pizza deliciosa, tomé una clase para aprender a hacer pasta, me enamoré de la Fontana di Trevi, me senté a verla con detenimiento más de una vez, exploré sus calles, tomé cappuccinos y me sentí sumamente feliz.

Pero la vida me puso a prueba, porque es muy fácil estar feliz cuando todo va bien, así que empezamos con lo que fue la retadora etapa final del viaje.

La siguiente parada fue Perugia, un viaje súper random donde visité a Melissa, compañera de la prepa. Lo chistoso fue que sólo tomábamos una clase juntas y hablamos contadas veces, pero fue una excelente host y le estaré por siempre agradecida por mostrarme la bella Perugia y llevarme a comer deliciosas pizzas.

Peeero, comencemos con la breve crónica:

Pa’ empezar, me bajé del tren donde no debía. Entonces, estaba en medio de quién sabe dónde, en una estación prácticamente vacía y el siguiente tren pasaba hasta en más de una hora y media. Obvio entré en pánico y me comuniqué con Melissa quien me orientó un poco sobre qué hacer. Terminé caminando hacia una parada del camión y justo cuando estaba por cruzar la calle, ¡pasa el autobús! Parecía chiste, jajaja. Total que por fin llegué a mi destino y la verdad disfruté mucho Perugia. Es un pueblito pequeño pero encantador, lleno de vida estudiantil. Si alguna vez tienen oportunidad de ir, no se lo pierdan. Además, ¡es famoso el chocolate! Jajaja.

¡Gracias Mely por tu hospitalidad!

Ahora comienza lo más bizarro del viaje, jajaja.

No quería que me volviera a pasar el desastre con los trenes, entonces me fui con tiempo a la estación para regresar a Roma. Pero conforme se acercaba la hora vi que el tren venía retrasado y así se fue una hora hasta que empezaron a decir algo y por lo que pude entender ¡un jabalí se atravesó en las vías! Creo que no le fue muy bien y pues cancelaron los siguientes trenes… No lo podía creer, jajaja. Parecía broma.

Lo que sigue es un extracto de mi diario de aquél día (ojo, la intuición juega un papel muy importante en esta parte):

“¿Y ahora qué? Dicen algo de un camión pero no entiendo nada. Me rindo y salgo de la estación; hay muchas personas esperando también. Le pregunto a una muchacha qué pasa y ella pregunta quién habla inglés. Aquí aparece mi ángel número dos y Mashdi llega al rescate. Me dice que iban a mandar un camión con la misma ruta del tren y él me inspira confianza, así que decido seguirlo. Por ahora, es mi salvación.

Llegamos a Foligno (un pueblo en medio de la NADA) y nos dicen que hasta ahí llega. Entramos en pánico. Mi vuelo sale de Roma a las 7:00AM y él de él a las 8:30AM. Él tiene un poco más de tiempo, yo no.

Mi amiga Mely encuentra una ruta alterna, se la digo a mi nuevo amigo y compro los boletos. Me subo al tren y me suelto a llorar. Busco el boleto para la conexión y ya no hay boletos a Roma.
Son las 11:00pm, el tren debió de haber salido hace 6 minutos… ¿Es una señal? Algo no se siente bien, mi intuición me dice que me vaya. Decido bajarme y ni modo, pierdo esos 27€ (extraño mi vida freelance, jaja).

Regreso a la estación y me suelto a llorar; estoy asustada, estresada y preocupada. Ni de broma alcanzo el vuelo. Me pongo a buscar opciones y obviamente los boletos de última hora se salen de mi presupuesto… Hora de recurrir a mis papás (¡gracias infinitas!). Le llamo al Charlie (mi papá), le explico todo y por supuesto que me ayuda. Encuentro un vuelo “barato” de Roma a Helsinki, escala en Suecia. Llegó mañana. Adiós Copenhage.

Sigo llorando, me siento vulnerable, pero por lo menos ya tengo mis boletos a casa. De repente, llega Mashdi y me ofrece una botella con agua; yo le ofrezco una barrita que agradece y devora.

Los dos buscamos un enchufe y no hay ninguno en la terminal. De repente él se sale y después de unos minutos regresa, me dice que encontró uno y que puedo conectar mi celular también. Extrañamente, confío en él. Así que aquí estamos, afuera de un restaurante cerrado sentados en la terraza. Un hombre de Albania se une y nos trajo café y agua. Ellos platican, comparten tabaco y yo sólo los observo y escribo. ¿Quién iba a decir que así terminaría mi aventura por Italia?”

La verdad es que jamás imaginé estar varada en una estación italiana en medio de la nada y mucho menos que iba a pasar la madrugada junto a dos perfectos desconocidos, sentados sobre un cartón bajo la estación del tren, escuchando a Bon Jovi, Miguel Bosé y un poco de bachata.

Mientras ellos compartían tabaco y ponían música, yo me sentía extrañamente segura y pensaba que, a pesar de todo, tengo mucha suerte.

Y ahora un año después, no puedo creer todo lo que ha pasado desde entonces… Ahora estoy en Ciudad de México por tiempo indefinido, viviendo una realidad pandémica que a veces parece ficción y sigo en proceso de aprender la lección de ese viaje italiano: disfrutar de la dolce vita y encontrar la calma en medio del caos.

¿Alguien que me pase algunos tips?


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One response to “Italia: una historia de amor y odio.”

  1. La dolce vita – P1 – Letters from Finland Avatar

    […] If you speak Spanish, you can read that interesting story here. […]

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